Levitt clasifica las características de los productos en:
1. Genérico: el producto básico que espera el consumidor.
2. Esperado: el que cumple posibilidades básicas como, por ejemplo, los plazos de entrega.
3. Aumentado: cuando superamos la idea que tenía el cliente.
4. Potencial: todo lo que puede tener un producto que todavía no tiene, todo en lo que se puede convertir.
Además de esta clasificación hay muchas más pero mi favorita es separar los atributos de los productos en tangibles e intangibles:
Características Tangibles: características del envase, colores, formas, usos, peso, servicio de atención al cliente, servicio post-venta, garantías del producto,
Características Intangibles: las que no se pueden tocar ni cuantificar pero que llegan a la mente del consumidor y al final son las que deciden por qué producto decantarse en caso de que haya dos productos con las mismas características tangibles. De hecho, en muchas ocasiones nos dejamos llevar por los intangibles y, consciente o inconscientemente, elegimos productos a priori peores pero que sus atributos intangibles son tan potentes que no podemos resistirnos. Ocurre mucho con firmas de moda, igual jamás te planteaste comprarte nada de esa marca, no te gusta, no te convence, crees que tienes claro que no es para ti, pero de repente ves que la nueva campaña de publicidad la hacen con tu modelo/actriz/actor/cantante favorito y sin darte cuenta ya lo ves con otros ojos. Puede que hasta incluso termines consumiendo sus productos, ha habido algo que te transmite esa persona a la que sigues, que te gusta y sin saber cómo ni por qué, es decir, los intangibles, tu opinión cambia. Es parte de la estrategia de marca, ser invisible, fijarse en la mente del potencial cliente y quedarse en la de quien ya lo es.
Podemos elegir diferenciar nuestro producto en los atributos tangibles. Pero tengamos claro que, antes o después esos se pueden conseguir imitar hasta el punto de que el consumidor se encuentre con dos productos totalmente idénticos, los coja cada uno en una mano y no sepa por cuál decidirse. Después de ese análisis de lo cuantificable, empiezan a hacer su trabajo los que no pueden imitarse, los intangibles. Esos atributos que no se ven, ni se pueden medir son los que van a inclinar la balanza. Así que no nos centremos sólo en crear el mejor producto del mercado, dediquemos también tiempo a analizar qué transmitimos y qué queremos que nuestros clientes y futuros clientes piensen de nosotros.
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